Una de las primeras
cosas que hice cuando supe que estaba embarazada fue cantarle a mi hijo, elegí
un puñado de canciones que me parecía hablaban de “nosotros” y durante todo el
embarazo se las estuve cantando. Lo cierto es que estas canciones fueron para
mí un recurso valiosísimo durante ese período, en los momentos anímicos o
físicos delicados, ante lo que pudiese preocuparme, perturbarme o irritarme, el
cantar-le-me era siempre la posibilidad de encontrar-me-nos felices y
esperanzados.
Las canciones de cuna son un invento de los adultos, que en nombre de los bebés, crearon un género musical para su propio placer. Y con el pretexto de inducir al sueño a sus retoños no hacen más que tranquilizar su ánimo y calmar sus angustias de hijos que ahora son padres.
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