Cuando observamos a dos personas
sordas hablando por señas sentimos que la seña tiene una cualidad festiva, un
estilo completamente diferente del que tiene el habla. Los que hablan por señas
tienden a improvisar, a jugar con las señas, a incorporar todo su humor, su
imaginación, su personalidad, de manera que hablar por señas no es simplemente
manipular símbolos de acuerdo con normas gramaticales, sino que es,
irremisiblemente , la voz del que hace señas; una voz a la que se asigna una
fuerza especial porque se expresa, de modo muy inmediato, con el cuerpo.
Podemos tener o imaginar un habla desencarnada, pero no podemos tener seña
desencarnada. El que habla por señas expresa continuamente cuando lo está
haciendo, su cuerpo y su alma, su identidad humana única.
(del libro de Oliver Sacks: Veo una voz)