18.12.11

he cantado

con ilusion, con tos, desde el alma, como si fuese la primera vez, con la piel de gallina, incómoda, feliz a morir, con fiebre, llorando, como si fuese la última vez, enamorada, sobria, desengañada, por la subsistencia, dispuesta a vivir todos los amores, esperanzada, abatida, embarazada, por amor al arte, sufriendo, divertida, enloquecida, poniendo demasiado, sin poder estar ahí, entregándome, casi sin voz, como mejor he podido, gozando, transida, dolida, inocente, alelada, y volveré a hacerlo el próximo miércoles 21 de diciembre a las 22h en el Harlem Jazz Club, Carrer Comtessa de Sobradiel 8, Barcelona.


 

13.12.11

herencia-inventario

la vida de mi abuela
primero la nieve
y después
la ausencia de la nieve.

Dice Lars Von Trier que los daneses solo se emocionan una vez al año, delante del árbol de navidad.
Y debe ser verdad. Porque qué oscuro impulso me obliga diciembre tras diciembre, en el hemisferio norte o en el sur, a armar semejante artilugio. Si no es la determinación genética, es la memoria de mi abuela danesa cortando una rama del abeto de su jardín suburbano para adornarla con copos de algodón blanco -una pésima imitación de aquella nieve añorada en el calor del verano argentino- y guirnaldas de banderitas de Dinamarca.

árbol de navidad by Mitia
                                                          

5.12.11

retrato de mi abuela

Ella está parada, apoya la cadera contra la pileta de la cocina. La pileta es de mármol, blanca y honda.A un lado el pescado que acaba de limpiar y lavar. Sostiene en la mano el mate que está preparando. Está quieta, con la mirada fija en la ventana que está sobre la mesada. La ventana da al patio, a un limonero y a una pared cubierta por una enredadera.
Siempre cuando prepara el mate sigue ese ritual: el primer mate que ceba, lo sorbe y va escupiendo en la pileta ese brebaje caliente y amargo, - y entre sorbo y sorbo se queda detenida, la vista fija en la ventana, ensimismada, pensando en todo lo que entregó de sí misma por vivir ese momento: su familia, su idioma, sus clases de piano, la nieve, los bailes, las navidades, la compañía y los juegos de sus hermanas, los paseos a Copenhagen, las promesas de otros futuros posibles.
Aunque es una mujer madura, mayor, una abuela, todavía conserva su imagen algo de aquella joven alegre, llena de impulsos artísticos, que dejó para siempre en Dinamarca.
El olor a pescado, el sol detrás de la ventana de esos veranos demasiado cálidos para su espíritu nórdico, y el fuerte sabor del mate amargo en su boca, al que se habituó, al final, a fuerza de insistir en su propia amargura y en sus secretos recuerdos de emigrada.


dibujo que pertenecía a mi abuela Margarita