Dice Paul Valery que los “diseurs
de profession” (¿cómo traducir esto: los decidores, los locutores, los
habladores, los actores, los cantantes?) le resultan siempre insoportables;
porque en su pretensión de interpretar los textos, lo que hacen en realidad es
sobrecargar y alterar las armonías primeras, el lirismo y los cantos propios de
las palabras.